El Misterio de Belicena Villca El Misterio de Belicena Villca Edición 2017 | Page 349

¨El Misterio de Belicena Villca¨
para mí que el dolor y el sufrimiento, la agonía de la vida y la misma vida, eran cosas ajenas, de naturaleza no espiritual. Vale decir, que en ese instante, había distinguido claramente entre el Espíritu y el Alma, entre mi Yo espiritual y mi naturaleza animal. Había comprendido que el Espíritu no conoce el dolor ni el miedo, sino que es pura Alegría y Valor, puro Honor resuelto, pura Fuerza volitiva. Y entonces“ vivir” o“ morir” no significaron nada para mí porque ya me encontraba más allá de la vida y de la muerte, tal vez más allá, también, del bien y del mal. Fue allí cuando el Alma, y el Dios del Alma, perdieron la capacidad de actuar sobre mi Yo y se disolvió una como Ilusión Antigua, se cortó uno como Encantamiento Primordial: de pronto todo lo anímico y vital, que era asimismo todo lo maligno, se trasladaron“ fuera” de mi Yo, a mi cuerpo animal y al Mundo donde habita el cuerpo animal. Por primera vez me sentí Yo, solo Yo; Yo, rodeado por las Potencias de la Materia; Yo, sitiado por el Dios Creador del Universo. Y entonces, indudablemente como consecuencia de haber sostenido una batalla contra el Alma, y haber resultado vencedor, se produjo la Visión y recibí la ayuda buscada. Y sucedieron los fenómenos telúricos.
No entraré en detalles, que poco contribuirían a la comprensión de mi experiencia mística, y sólo conseguirían degradarla. En resumen: la visión correspondía a una Diosa. La Aparición acaeció durante un instante infinitesimal, no sabría decir si dentro o fuera de mi estructura psíquica, pero lo efectivo fue que Ella arrobó mi Espíritu. Sí; para comunicar lo acontecido no puedo hacer otra cosa que conjugar las palabras arrobar y extasiar como verbos y afirmar que Ella arrobó mi Espíritu, extasió mi Yo y lo sacó fuera del Alma y del Mundo. Ella me raptó por un segundo del cuerpo, y de la Tierra, y se mostró ante mi Yo espiritual en toda la magnificencia de su Belleza Increada. Porque aquel rapto espiritual me revelaba a quien tantas veces mencionara Belicena Villca en su carta, a la Virgen de Agartha, a la Abogada Carismática del Espíritu encadenado. Y entonces comprendí, en medio del arrebato místico, que la Raptora del Espíritu prisionero en la Materia era la Gracia, necesaria, después de que el Yo del hombre dormido ha luchado contra el Alma y ha vencido: sólo por su intervención, por la acción de Su Gracia, el hombre dormido conseguirá mantener esa Victoria contra las Potencias de la Materia; sólo Ella auxiliará al Yo, carismáticamente, con el aporte de una fuerza volitiva extra que le permitirá sostenerse independizado del Alma Creada.
Fue un instante sin principio ni fin, porque siempre estará presente en la intimidad de mi Espíritu, un momento absoluto en el que, sin dudas, me asomé a la Eternidad. Ella me secuestró y me retuvo ese instante en la Esfera Increada de Su Propia Existencia, y me infundió la fuerza volitiva extra que el Espíritu necesitaba para emprender la misión de Belicena Villca. ¡ Qué fuerte e invencible me sentí Yo entonces! Y, por sobre todas las cosas, comprendí ¡ qué libre, absolutamente libre, era en su esencia el Espíritu Increado, sin límites Creados para su Existencia Eterna, vale decir, Infinito! Me sentí Yo, Increado, Eterno, Infinito, Libre, pletórico de Sabiduría; me sentí Yo, y advertí que fuera de mí habían quedado lo psíquico y lo anímico, la conciencia de la vida cálida, y el contenido de la vida cálida, la Ilusión externa e interna que causaban el sopor espiritual; supe de pronto, experimenté su descubrimiento evidente, lo que era el“ Gran Engaño”, sobre cuyo peligroso poder de encantamiento me previniera Belicena Villca.
Me sentí Yo, y supe del no ser Yo del Alma, en el rapto de inspiración espiritual que la impresión de la Virgen de Agartha me causaba. Me impresionó el Espíritu, y la huella aún subsiste, Su Radiante Belleza Increada, la majestuosidad de Su Poder, Su espléndida Gracia. Vi en Ella a una Diosa, pero allí en el ámbito del rapto, Yo también era un Dios. Por eso presentí en Ella a una Gottkamerad, a una Camarada, a una Hermana, a una Compañera de la Raza del Espíritu; solo que Yo había sido arrebatado momentáneamente de la prisión en que me encontraba y en cambio Ella era un Espíritu Hiperbóreo absolutamente libre. Ella se aproximaba a mí, para brindarme el socorro de Su Gracia, motivada por el Honor, que es la esencia del Espíritu Increado. Eso también resultaba evidente para mí, en ese instante infinito, y así mi propio Espíritu, movido por su Honor esencial, pugnaba por dar gracias a la Diosa de algún modo, por expresar que Su Auxilio no sería en vano, por asegurar que mi decisión sería inquebrantable. Pero nada llegué a hacer en tal sentido pues la Diosa sonrió maravillosamente, dándome a entender que comprendía todos mis pensamientos.
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