EL LLANO EN LLAMAS el-llano-en-llamas-de-juan-rulfo | Page 58
esperando que Pedro Zamora les dijera algo. Y dijo: Otro agarre como
éste y nos acaban.
En seguida, atragantándose como si tragara un buche de coraje,
les gritó a los Joseses:
—¡Ya sé que falta su padre, pero aguántense, aguántense tantito!
Iremos por él! Una bala disparada de allá hizo volar una parvada de
tildíos en la ladera de enfrente. Los pájaros cayeron sobre la barranca y
revolotearon hasta cerca de nosotros; luego, al vernos, se asustaron,
dieron media vuelta relumbrando contra el sol y volvieron a llenar de
gritos los árboles de la ladera de enfrente.
Los Joseses volvieron al lugar de antes y se acuclillaron en
silencio.
Así estuvimos toda la tarde. Cuando empezó a bajar la noche llegó
el Chihuila acompañado de uno de los Cuatro. Nos dijeron que venían de
allá abajo, de la Piedra Lisa, pero no supieron decirnos si ya se habían
retirado los federales. Lo cierto es que todo parecía estar en calma. De
vez en cuando se oían los aullidos de los coyotes. —¡Epa tú, Pichón.! —
me dijo Pedro Zamora—. Te voy a dar la encomienda de que vayas con
los Joseses hasta Piedra Lisa y vean a ver qué le pasó a la Perra. Si está
muerto, pos entiérrenlo. Y hagan lo mismo con los otros. A los heridos
déjenlos encima de algo para que los vean los guachos; pero no se
traigan a nadie.
—Eso haremos.
Y nos fuimos.
Los coyotes se oían más cerquita cuando llegamos al corral donde
habíamos encerrado la caballada.
Ya no había caballos, sólo estaba un burro trasijado que ya vivía
allí desde antes que nosotros viniéramos. De seguro los federales habían
cargado con los caballos. Encontramos al resto de los Cuatro detrasito
de unos matojos, los tres juntos, encaramados uno encima de otro
como si los hubieran apilado allí. Les alzamos la cabeza y se la
zangoloteamos un poquito para ver si alguno daba todavía señales pero
no, ya estaban bien difuntos. En el aguaje estaba otro de los nuestros
con las costillas de fuera como si lo hubieran macheteado. Y recorriendo
el lienzo de arriba abajo encontramos uno aquí y otro más allá, casi
todos con la cara renegrida.
— A éstos los remataron, no tiene ni qué —dijo uno delos Joseses.
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