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municipal, y que hasta te desconocí cuando dijiste: 'Que se chorrié el
ponche, una visita de éstas no se desmerece.' Y sí se chorrió el ponche,
ésa es la pura verdad; hasta los manteles estaban colorados. Y la gente
aquella que parecía no tener llenadero. Sólo me fijé que el gobernador
no se movía de su sitio; que no estiraba ni la mano, sino que sólo se
comía y bebía lo que le arrimaban; pero la bola de la mbiscones se
desvivía por tenerle la mesa tan llena que hasta ya no cabía ni el salero
que él tenía en la mano y que cuando lo desocupaba se lo metía en la
bolsa de la camisa. Hasta yo fui a decirle: '¿No gusta sal mi general?', y
él me enseñó riendo el salero que tenía en la bolsa de la camisa, por eso
me di cuenta.
"Lo grande estuvo cuando él comenzó a hablar. Se nos enchinó el
pellejo a todos de la pura emoción. Se fue enderezano, despacio, muy
despacio, hasta que lo vimos echar la silla hacia atrás con el pie poner
sus manos en la mesa; agachar la cabeza como si fuera a agarrar vuelo
y luego su tos, que nos puso a todos en silencio. ¿Qué fue lo que dijó,
Melitón?"
"—Conciudadanos
—dijo—.
Rememorando
mi
trayectoria,
vivificando el único proceder de mis promesas. Ante esta tierra que
visité como anónimo compañero de un candidato a la Presidencia,
cooperador omnímodo de un hombre representativo, cuya honradez no
ha estado nunca desligada del contexto de sus manifestaciones políticas
y que sí, en cambio, es firme glosa de principios democráticos en el
supremo vínculo de unión con el pueblo, aunando a la austeridad de que
ha dado muestras la síntesis evidente de idealismo revolucionario nunca
hasta ahora pleno de realizaciones y de certidumbre."
— Allí hubo aplausos, ¿o no, Melitón?
—Si muchos aplausos. Después siguió:
"Mi trazo es el mismo; conciudadanos. Fui parco en promesas
como candidato, optando por prometer lo que únicamente podía cumplir
y que al cristalizar, tradujérase en beneficio colectivo y no en
subjuntivo, ni participio de una familia genérica de ciudadanos. Hoy
estamos aquí presentes, en este caso paradojal de la naturaleza, no
previsto dentro de mi programa de gobierno..."
"—¡Exacto, mi general! —gritó uno de por allá—. ¡Exacto! Usted lo
ha dicho."
"'... En este caso, digo, cuando la naturaleza nos ha castigado,
nuestra presencia receptiva en el centro del epicentro telúrico que ha
devastado hogares que podían haber sido los nuestros, que son los
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