EL LLANO EN LLAMAS el-llano-en-llamas-de-juan-rulfo | Page 46
—Eres bueno para eso de la memoria Melitón, no cabe duda. Sí
fue ésa. Y el gobernador nomás reía; pidió saber dónde estaba el cuarto
de baño. Luego se sentó nuevamente en su lugar, olió los claveles que
estaban sobre la mesa. Miraba a los que cantaban, y movía la cabeza,
llevando el compás, sonriendo. No cabe duda que se sentía feliz porque
su pueblo era feliz, hasta se le podía adivinar el pensamiento. Y a la
hora de los discursos se paró uno de sus acompañantes, que tenía la
cara alzada un poco borneada a la izquierda. Y habló. Y no cabe duda de
que se las traía. Hablo de Juárez, que nosotros teníamos levantado en la
plaza, y hasta entonces supimos que era la estatua de Juárez, pues
nunca nadie nos había podido decir quién era el individuo que estaba
encaramado en el monumento aquel. Siempre creímos que podía ser
Hidalgo o Morelos Venustiano Carranza, porque en cada aniversario de
cualquiera de ellos, allí les hacíamos su función. Hasta que el catrincito
aquel nos vino a decir que se trataba de don Benito Juárez. ¡Y las cosas
que dijo! , ¿No es verdad, Melitón? Tú que tienes tan buena memoria te
has de acordar bien de lo que recitó aquel fulano.
—Me acuerdo muy bien; pero ya lo he repetido tantas veces que
hasta resulta enfadoso.
—Bueno, no es necesario. Sólo que estos señores se pierden de
algo bueno. Ya les dirás mejor lo que dijo el gobernador.
"La cosa es que aquello, en lugar de ser una visita a los dolientes
y a los que habían perdido sus casas, se convirtió en una borrachera de
las buenas. Y ya no se diga cuando entró al pueblo la música de Tepec,
que llegó retrasada por eso de que todos los camiones se habían
ocupado en el acarreo de la gente del gobernador y los músicos tuvieron
que venirse a pie; pero llegaron. Entraron sonándole duro al arpa y a la
tambora, haciendo tatachum, chum, chum, con los platillos, arreándole
fuerte y con ganas al Zopilote Mojado. Aquello estaba de haberse visto,
hasta el gobernador se quitó el saco y se desabrochó la corbata, y la
cosa siguió de refilón. Trajeron más damajuanas de ponche y se dieron
prisa en tatemar más carne de venado, porque aunque ustedes no lo
quieran creer y ellos no se dieran cuenta, estaban comiendo carne de
venado, del que por aquí abunda. Nosotros nos reíamos cuando decían
que estaba muy buena la barbacoa, ¿o no, Melitón?, cuando por aquí no
sabemos ni lo que es eso de barbacoa. Lo cierto es que apenas les
servíamos un plato y ya querían otro y ni modo, allí estábamos para
servirlos; porque como dijo Liborio, el administrador del Timbre, que
entre parétesis siempre fue muy agarrado: 'No importa que esta
recepción nos cueste lo que nos cueste que para algo ha de servir el
dinero', y luego tú, Melitón, que por ese tiempo eras presidente
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