EL LLANO EN LLAMAS el-llano-en-llamas-de-juan-rulfo | Page 24
"—¿Qué país éste, Agripina?
" Y ella volvió a alzarse de hombros.
"Aquella noche nos acomodamos para dormir en un rincón de la
iglesia, detrás del altar desmantelado. Hasta allí llegaba el viento,
aunque un poco menos fuerte. Lo estuvimos oyendo pasar encima de
nosotros, con sus largos aullidos; lo estuvimos oyendo entrar y salir de
los huecos socavones de las puertas; golpeando con sus manos de aire
las cruces del viacrucis: unas cruces grandes y duras hechas con palo de
mezquite que colgaban de las paredes a todo lo largo de la iglesia,
amarradas con alambres que rechinaban a cada sacudida del viento
como si fuera un rechinar de dientes.
"Los niños lloraban porque no los dejaba dormir el miedo. Y mi mi
mujer, tratando de retenerlos a todos entre sus brazos. Abrazando su
manojo de hijos. Y yo allí, sin saber qué hacer.
"Poco después del amanecer se calmó el viento. Después regresó.
Pero hubo un momento en esa madrugada en que todo se quedó
tranquilo, como si el cielo se hubiera juntado con la tierra, aplastando
los ruidos con su peso... Se oía la respiración de los niños ya
descansada. Oía el resuello de mi mujer ahí a mi lado:
"—¿Qué es? —me dijo.
"—¿Qué es qué?— le pregunté.
"—Eso, el ruido ese.
"—Es el silencio. Duérmete. Descansa, aunque sea un poquito, que
ya va a amanecer.
"Pero al rato oí yo también. Era como un aletear de murciélagos
en la oscuridad, muy cerca de nosotros. De murciélagos de grandes alas
que rozaban el suelo. Me levanté y se oyó el aletear más fuerte, como si
parvada de murciélagos se hubiera espantado y volara hacia los
agujeros de las puertas y las vi. Vi a todas las mujeres de Luvina con su
cántaro al hombro, con el rebozo colgado de su cabeza y sus figuras
negras sobre el negro fondo de la noche.
"—¿Qué quieren?— les pregunté— ¿Qué buscan a estas horas?
" Una de ellas respondió:
"—Vamos por agua.
"Las vi paradas frente a mí, mirándome. Luego como si fueran
sombras, echaron a caminar calle abajo con sus negros cántaros.
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