EL LLANO EN LLAMAS el-llano-en-llamas-de-juan-rulfo | Page 17
comido el coyote cuando te vean con esa cara tan llena de boquetes por
tanto tiro degracia como te dieron.
EL HOMBRE
Los pies del hombre se hundieron en la arena dejando una huella
sin forma, como si fuera la pezuña de algún animal. Treparon sobre las
piedras, engarruñándose al sentir la inclinación de la subida; luego
caminaron hacia arriba, buscando el horizonte.
"Pies planos—dijo el que lo seguía—. Y un dedo de menos. Le
falta el dedo gordo en el pie izquierdo. No abundan fulanos con estas
señas. Así que será fácil."
La vereda subía, entre yer bas, llena de espinas y de malas
mujeres. Parecía un camino de hormigas de tan angosta. Subía sin
rodeos hacia el cielo. Se perdía allí y luego volvía a aparecer más lejos,
bajo un cielo más lejano.
Los pies siguieron la vereda, sin desviarse. El hombre caminó
apoyándose en los callos de sus talones, raspando las piedras con las
uñas de sus pies, rasguñándose los brazos, deteniéndose en cada
horizonte para medir su fin: "No el mío sino el de él", dijo. Y volvió la
cabeza para ver quién había hablado.
Ni una gota de aire, sólo el eco de su ruido entre las ramas rotas.
Desvanecido a fuerza de ir a tientas, calculando sus pasos, aguantando
hasta la respiración: "Voy a lo que voy", volvió a decir. Y. supo que era
él el que hablaba.
"Subió por aquí, rastrillando el monte —dijo el que lo perseguía—.
Cortó las ramas con un machete. Se conoce que lo arrastraba el ansia. Y
el ansia deja huellas siempre. Eso lo perderá."
Comenzó a perder el ánimo cuando las horas se alargaron y detrás
de un horizonte estaba otro y el cerro por donde subía no terminaba.
Sacó el machete y cortó las ramas duras como raíces y tronchó la yerba
desde la raíz. Mascó un gargajo mugroso y lo arrojó a la tierra con
coraje. Se chupó los dientes y volvió a escupir. El cielo estaba tranquilo
allá arriba, quieto, trasluciendo sus nubes entre la silueta de los palos
guajes, sin hojas. No era tiempo de hojas. Era ese tiempo seco y roñoso
de espinas y de espigas secas y silvestres. Golpeaba con ansia los
matojos con el machete: "Se amellará con este trabajito, más te vale
dejar en paz las cosas".
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