EL LLANO EN LLAMAS el-llano-en-llamas-de-juan-rulfo | Page 18
Oyó allá atrás su propia voz.
"Lo señaló su propio coraje —dijo el perseguidor—. El ha dicho
quién es, ahora sólo falta saber dónde está. Terminaré de subir por
donde subió,después bajaré por donde bajó, rastreándolo hasta
cansarlo. Y donde yo me detenga, allí estará. Se arrodillará y me pedirá
perdón. Y yo le dejaré ir un balazo en la nuca... Eso sucederá cuando yo
te encuentre."
Llegó al final. Sólo el puro cielo, cenizo, medio quemado por la
nublazón de la noche. La tierra se había caído para el otro lado. Miró la
casa enfrente de él, de la que salía el último humo del rescoldo. Se
enterró en la tierra blanda, recién removida. Tocó la puerta sin querer,
con el mango del machete. Un perro llegó y le lamió las rodillas, otro
más corrió a su alrededor moviendo la cola. Entonces empujó la puerta
sólo cerrada a la noche.
El que lo perseguía dijo: "Hizo un buen trabajo. Ni siquiera los
despertó. Debió llegar a eso de la una, cuando el sueño es más pesado;
cuando comienzan los sueños; después del 'Descansen en paz', cuando
se suelta la vida en manos de la noche con el cansancio del cuerpo
raspa las cuerdas de la desconfianza y las rompe".
"No debí matarlos a todos —dijo el hombre—.Al menos no a
todos". Eso fue lo que dijo.
La madrugada estaba gris, llena de aire frío. Bajó hacia el otro
lado, resbalándose por el zacatal. Soltó el machete que llevaba todavía
apretado en la mano cuando el frío le entumeció las manos.Lo dejó allí.
Lo vio brillar como un pedazo de culebra sin vida, entre las espigas
secas.
El hombre bajó buscando el río, abriendo una nueva brecha entre
el monte.
Muy abajo el río corre mullendo sus aguas entre sabinos
florecidos; meciendo su espesa corriente en silencio. Camina y da vuelta
sobre sí mismo. Va y viene como una serpentina enroscada sobre la
tierra verde. No hace ruido. Uno podría dormir allí, junto a él, y alguien
oiría la respiración de uno, pero no la del río. La yedra baja desde los
altos sabinos y se hunde en el agua, junta sus manos y forma telarañas
que el río no deshace en ningún tiempo.
El hombre encontró la línea del río por el color amarillo de los
sabinos. No lo oía. Sólo lo veía retorcerse bajo las sombras.Vio venir las
chachalacas. La tarde anterior se habían ido siguiendo,el sol, volando en
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