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tinta o si se trata de funciones distintas. Pero si se trata
de la misma función y con la misma productividad lógi-
camente se debe cobrar lo mismo.
Otro mito feminista es afirmar que las mujeres casadas
tienen que tener un sueldo diferenciado del marido, pero
tal afirmación establecería que el matrimonio no existe,
pues plantearía a la mujer como contratada y ajena a la fa-
milia. En un matrimonio se da por sentado que lo que hay
es una sociedad creada por el hombre y la mujer, donde
todos los bienes de la pareja tienen que ser considerados
propiedad de ambos a partes iguales y, por tanto, no tiene
sentido hablar de un sueldo diferenciado. Sin embargo,
cuando una mujer tiene un empleo fuera de casa tampoco
hay nada de malo en que tenga su propia cuenta bancaria
con el fin de mejorar su sensación de seguridad, siempre y
cuando esos ingresos participen en el mantenimiento de la
familia igual que los del hombre.
En cuanto al tema de la separación, los legisladores de-
berían tratar de evitar discriminaciones hacia los hombres,
como viene siendo habitual en la actualidad, y tanto los
bienes del matrimonio como el cuidado de los hijos debe-
ría ser repartido a partes iguales entre cada cónyuge, salvo
que alguna circunstancia de fuerza mayor lo impidiera.
Unas leyes que no son imparciales llevan a estimular la se-
paración en vez de evitarlo al dar ventaja a un sexo sobre el
otro y al final tanto los cónyuges como los hijos acaban
viéndose perjudicados.
Quizás, en el fondo, algunas de esas mujeres que crea-
ron el feminismo para ser como los hombres se sintieran
hombres y todo el aparato feminista solo fuera una coartada
para ocultar este hecho.
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