EL LIBRO DE ENOC
Entré por esas lenguas de fuego hasta que llegué a una casa grande
construida con piedras de granizo cuyos muros eran como planchas de
piedra; todas ellas eran de nieve y su suelo estaba hecho de nieve
Su techo era como relámpagos y trueno y entre ellos querubines de fuego
y su cielo era de agua.
Un fuego ardiente rodeaba todos sus muros cercándolos por completo y
las puertas eran de fuego ardiente.
Entré en esta casa que era caliente como fuego y fría como nieve. No
había en ella ninguno de los placeres de la vida. Me consumió el miedo y
el temblor se apoderó de mí.
Tiritando y temblando caí sobre mi rostro y se me reveló una visión:
He aquí que vi una puerta que se abría delante de mí y otra casa que era
más grande que la anterior, construida toda con lenguas de fuego.
Toda ella era superior a la otra en esplendor, gloria y majestad, tanto que
no puedo describiros su esplendor y majestad.
Su piso era de fuego y su parte superior de truenos y relámpagos y su
techo de fuego ardiente.
Me fue revelada y vi en ella un trono elevado cuyo aspecto era el del
cristal y cuyo contorno era como el sol brillante y tuve visión de querubín.
Por encima del trono salían ríos de fuego ardiente y yo no resistía mirar
hacia allá.
La Gran Gloria tenía sede en el trono y su vestido lucía más brillante que
el sol y más blanco que cualquier nieve; ningún ángel podía entrar verle
la cara debido a la magnífica Gloria y ningún ser de carne podía mirarlo.
Un fuego ardiente le rodeaba y un gran fuego se levantaba ante Él.
Ninguno de los que le rodeaba podía acercársele y multitudes y
multitudes estaban de pie ante Él y Él no necesitaba consejeros.
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