El jugador - Fedor Dostoiewski
-¡Niéguese, niéguese a ir con ella! ¡Déjela!
-¡Encontrará a otro! -exclamé.
-Ce n’est pas la, ce n’est pas ça -atajó de nuevo Des Grieux-,
que diable! No, no la abandone, pero al menos amonéstela, trate
de persuadirla, apártela del juego... y, como último recurso, no la
d eje perder demasiado, distráigala de algún modo.
-¿Y cómo voy a hacer eso? Si usted mismo se ocupase de eso,
monsieur Des Grieux... -agregué con la mayor inocencia.
En ese momento noté una mirada rápida, ardiente e inquisitiva
que mademoiselle Blanche dirigió a Des Grieux. Por la cara de
éste pasó fugazmente algo peculiar, algo revelador que no pudo
reprimir.
-¡Ahí está la cosa; que por ahora no me aceptará! -exclamó Des
Grieux gesticulando con la mano-. Si por acaso... más tarde...
Des Grieux lanzó una mirada rápida y significativa a
mademoiselle Blanche.
-O mon cher monsieur Alexis, soyez si bon -la propia
mademoiselle Blanche dio un paso hacia mí sonriendo
encantadoramente, me cogió ambas manos y me las apretó con
fuerza. ¡Qué demonio! Ese rostro diabólico sabía transfigurarse en
un segundo. ¡En ese momento tomó un aspecto tan suplicante,
tan atrayente, se sonreía de manera tan candorosa y aun tan
pícara! Al terminar la frase me hizo un guiño disimulado, a
hurtadillas de los demás; se diría que quería rematarme allí
mismo. Y no salió del todo mal, sólo que todo ello era grosero y,
por añadidura, horrible.
Tras ella vino trotando el general, así como lo digo, trotando.
-Aleksei Ivanovich, perdóneme por haber empezado a decirle
hace un momento lo que de ningún modo me proponía decirle...
Le ruego, le imploro, se lo pido a la rusa, inclinándome ante
usted... ¡Usted y sólo usted puede salvarnos! Mlle. Blanche y yo
se lo rogamos... ¿Usted me comprende, no es verdad que me
StudioCreativo ¡Puro Arte!
Página 98