El jugador - Fedor Dostoiewski
era una locura inconcebible, entonces... ¿qué cabía desear?
¿Acaso sabía yo mismo lo que quería? Me sentía despistado; sólo
ambicionaba estar junto a ella, en su aureola, en su nimbo,
siempre, toda la vida, eternamente. Fuera de eso no sabía nada.
¿Y acaso podía apartarme de ella?
En el tercer piso, en el corredor de ellos, sentí algo así como un
empujón. Me volví y a veinte pasos o más de mí vi a Polina que
salía de su habitación. Se diría que me había estado esperando y
al momento