El jugador - Fedor Dostoiewski
quedarse con la miel en los labios. Un detalle más: a pesar de las
ganancias y el regocijo, cuando la abuela repartía dinero entre
todos y tomaba a cada transeúnte por un mendigo, seguía
diciendo con desgaire al general: «¡A ti, sin embargo, no te doy
nada!». Ello suponía que estaba encastillada en esa idea, que no
cambiaría de actitud, que se había prometido a sí misma
mantenerse en sus trece. ¡Era peligroso, peligroso!
Yo llevaba la cabeza llena de cavilaciones de esta índole cuando
desde la habitación de la abuela subía por la escalera principal a
mi cuchitril, en el último piso. Todo ello me preocupaba
hondamente. Aunque ya antes había podido vislumbrar los hilos
principales, los más gruesos, que enlazaban a los actores, lo cierto
era, sin embargo, que no conocía todas las trazas y secretos del
juego. Polina nunca se había sincerado plenamente conmigo.
Aunque era cierto que de cuando en cuando, como a
regañadientes, me descubría su corazón, yo había notado que con
frecuencia, mejor dicho, casi siempre después de tales
confidencias, se burlaba de lo dicho, o lo tergiversaba y le daba de
propósito un tono de embuste. ¡Ah, ocultaba muchas cosas! En
todo caso, yo presentía que se acercaba el fin de esta situación
misteriosa y tirante. Una conmoción más y todo quedaría
concluido y al descubierto. En cuanto a mí, implicado también en
todo ello, apenas me preocupaba de lo que podía pasar. Era raro
mi estado de ánimo: en el bolsillo tenía en total veinte federicos
de oro; me hallaba en tierra extraña, lejos de la propia, sin
trabajo y sin medios de subsistencia, sin esperanza, sin
posibilidades, y, sin embargo, no me sentía inquieto. Si no hubiera
sido por Polina, me hubiera entregado sin más al interés cómico
en el próximo desenlace y me hubiera reído a mandíbula batiente.
Pero Polina me inquietaba; presentía que su suerte iba a
decidirse, pero confieso que no era su suerte lo que me traía de
cabeza. Yo quería penetrar en sus secretos. Yo deseaba que
viniera a mí y me dijera: «Te quiero»; pero si eso no podía ser, si
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