El jugador - Fedor Dostoiewski
daba explicaciones acerca de ella a dos ingleses conocidos suyos.
Algunas damas de alto copete que habían presenciado el juego la
observaban con la mayor perplejidad, como si fuera un bicho raro.
Des Grieux se deshizo en sonrisas y enhorabuenas.
-Quelle victoire! -exclamó.
-Mais, madame, c'était du feu! -añadió mlle. Blanche con sonrisa
seductora.
-Pues sí, que me puse a ganar y he ganado doce mil florines.
¿Qué digo doce mil? ¿Y el oro? Con el oro llega casi hasta trece
mil. ¿Cuánto es esto en dinero nuestro? ¿Seis mil, no es eso?
Yo indiqué que pasaba de siete y que al cambio actual quizá
llegase a ocho.
-¡Como quien dice una broma! ¡Y vosotros aquí, pazguatos,
sentados sin hacer nada! Potapych, Marfa, ¿habéis visto?
-Señora, ¿pero cómo ha hecho eso? ¡Ocho mil rublos! -exclamó
Marfa retorciéndose de gusto.
-¡Ea, aquí tenéis cada uno de vosotros cinco monedas de oro!
Potapych y Marfa se precipitaron a besarle las manos.
-Y entregad a cada uno de los cargadores un federico de oro.
Dáselos en oro, Aleksei Ivanovich. ¿Por qué se inclina este lacayo?
¿Y este otro? ¿Me están felicitando? Dadles también a cada uno un
federico de oro.
-Madame la princesse... un pauvre expatrié.. malheur continuel..
les princes russes sont si généreux -murmuraba lisonjero en torno
a la silla un individuo bigotudo que vestía una levita ajada y un
chaleco de color chillón, y haciendo aspavientos con la gorra y con
una sonrisa servil en los labios.
-Dale también un federico de oro. No, dale dos; bueno, basta,
con eso nos lo quitamos de encima. ¡Levantadme y andando!
Praskovya -dijo volviéndose a Polina Aleksandrovna-, mañana te
compro un vestido, y a ésa... ¿cómo se llama? ¿Mademoiselle
Blanche, no es eso?, le compro otro. Tradúcele eso, Praskovya.
StudioCreativo ¡Puro Arte!
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