EL JUGADOR - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 89

El jugador - Fedor Dostoiewski entregaron los veinte federicos en oro y los cuatro mil florines en billetes de banco. Esta vez, sin embargo, la abuela ya no llamaba a Potapych; no era eso lo que ocupaba su atención. Ni siquiera daba empujones ni temblaba visiblemente; temblaba por dentro, si así cabe decirlo. Toda ella estaba concentrada en algo, absorta en algo: -¡Aleksei Ivanovich! ¿Ha dicho ese hombre que sólo pueden apostarse cuatro mil florines como máximo en una jugada? Bueno, entonces toma y pon estos cuatro mil al rojo -ordenó la abuela. Era inútil tratar de disuadirla. Giró la rueda. -Rouge! -anunció el banquero. Ganó otra vez, lo que en una apuesta de cuatro mil florines venían a ser, por lo tanto, ocho mil. -Dame cuatro -decretó la abuela- y pon de nuevo cuatro al rojo.