El jugador - Fedor Dostoiewski
El francés empezó a hablar larga y rápidamente. El general quiso
apoyarle, pero yo le aconsejé que leyera, por ejemplo, ciertos
trozos de las Notas del general Perovski, que estuvo prisionero de
los franceses en 1812. Finalmente, Marya Filippovna habló de algo
para dar otro rumbo a la conversación. El general estaba muy
descontento conmigo, porque el francés y yo casi habíamos
empezado a gritar. Pero a mister Astley, por lo visto, le agradó
mucho mi disputa con el francés. Se levantó de la mesa y me
invitó a tomar con él un vaso de vino. A la caída de la tarde, como
era menester, logré hablar con Polina Aleksandrovna un cuarto de
hora. Nuestra conversación tuvo lugar durante el paseo. Todos
fuimos al parque del Casino. Polina se sentó en un banco frente a
la fuente y dejó a Nadyenka que jugara con otros niños sin
alejarse mucho. Yo también solté a Misha junto a la fuente y por
fin quedamos solos.
Para empezar tratamos, por supuesto, de negocios. Polina, sin
más, se encolerizó cuando le entregué sólo setecientos gulden.
Había estado segura de que, empeñando sus brillantes, le habría
traído de París por lo menos dos mil, si no más.
-Necesito dinero -dijo-, y tengo que agenciármelo sea como sea.
De lo contrario estoy perdida.
Yo empecé a preguntarle qué había sucedido durante mi
ausencia.
-Nada de particular, salvo dos noticias que llegaron de
Petersburgo: primero, que la abuela estaba muy mal, y dos días
después que, por lo visto, estaba agonizando. Esta noticia es de
Timofei Petrovich -agregó Polina-, que es hombre de crédito.
Estamos esperando la última noticia, la definitiva.
-¿Así es que aquí todos están a la expectativa? -pregunté.
-Por supuesto, todos y todo; desde hace medio año no se espera
más que esto.
-¿Usted también? -inquirí.
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