El jugador - Fedor Dostoiewski
~¡Pero si yo no tengo ningún parentesco con ella! Yo soy sólo
hijastra del general. Ahora bien, sé que seguramente me
recordará en su testamento.
-Tengo la impresión de que heredará usted mucho -dije con
énfasis.
-Sí, me tenía afecto. ¿Pero por qué tiene usted esa impresión?
-Dígame -respondí yo con una pregunta-, ¿no está nuestro
marqués iniciado en todos los secretos de la familia?
-¿Y a usted qué le va en ello? -preguntó Polina mirándome seca y
severamente.
- ¡Anda, porque si no me equivoco, el general ya ha conseguido
que le preste dinero!
-Sus sospechas están bien fundadas.
-¡Claro! ¿Le daría dinero si no supiera lo de la abuela? ¿Notó
usted a la mesa que mencionó a la abuela tres veces y la llamó
«la abuelita», la baboulinka? ¡Qué relaciones tan íntimas y
amistosas!
-Sí, tiene usted razón. Tan pronto como sepa que en el
testamento se me deja algo, pide mi mano. ¿No es esto lo que
quería usted saber?
-¿Sólo que pide su mano? Yo creía que ya la había pedido hacía
tiempo
-¡Usted sabe muy bien que no! -dijo Polina, irritada-. ¿Dónde
conoció usted a ese inglés? -añadió tras un minuto de silencio.
-Ya sabía yo que me preguntaría usted por él.
Le relaté mis encuentros anteriores con mister Astley durante el
viaje.
-Es hombre tímido y enamoradizo y, por supuesto, ya está
enamorado de usted.
Sí, está enamorado de mí -repuso Polina.
-Y, claro, es diez veces más rico que el francés. ¿Pero es que el
francés tiene de veras algo? ¿No es eso motivo de duda?
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