El jugador - Fedor Dostoiewski
»"¡Cómo! ¿Ahora que está el cardenal con él?, exclamó el clérigo,
apartándose de mí espantado, lanzándose a la puerta y poniendo
los brazos en cruz, como dando a entender que moriría antes que
dejarme pasar.
»Yo le contesté entonces que soy un hereje y un bárbaro, que je
suis hérétique et barbare, y que a mí me importan un comino
todos esos arzobispos, cardenales, monseñores, etc., etc.; en fin,
mostré que no cejaba en mi propósito. El clérigo me miró con
infinita ojeriza, me arrancó el pasaporte de las manos y lo llevó al
piso de arriba. Un minuto después estaba visado. Aquí está.
¿Tiene usted a bien examinarlo? -saqué el pasaporte y enseñé el
visado romano.
-Usted, sin embargo... -empezó a decir el general.
-Lo que le salvó a usted fue declararse bárbaro y hereje
-comentó el francesito sonriendo con ironía-. Cela n'était pas si
bête.
-¿Pero es posible que se mire así a nuestros compatriotas? Se
plantan aquí sin atreverse a decir esta boca es mía y dispuestos,
por lo visto, a negar que son rusos. A mí, por lo menos, en mi
hotel de París empezaron a tr F&