El jugador - Fedor Dostoiewski
a esa señora: se presentaba ante la mesa de juego todos los días
a la una de la tarde y se iba a las dos en punto, así, pues, cada
día jugaba sólo una hora. Ya la conocían y le acercaron un sillón.
Sacó del bolso un poco de oro y algunos billetes de mil francos y
empezó a hacer posturas con calma, con sangre fría, con cálculo,
apuntando con lápiz cifras en un papel y tratando de descubrir el
sistema según el cual se agrupaban los «golpes». Apostaba sumas
considerables. Ganaba todos los días uno, dos o cuando más tres
mil francos, y habiéndolos ganado se iba. La abuela estuvo
observándola largo rato.
-¡Bueno, ésta no pierde! ¡Ya se ve que no pierde! ¿De qué pelaje
es? ¿No lo sabes? ¿Quién es?
-Será una francesa de ... bueno, de ésas -murmuré.
-¡Ah, se conoce al pájaro por su modo de volar! Se ve que tiene
buenas garras. Explícame ahora lo que significa cada giro y cómo
hay que hacer la puesta.
Le expliqué a la abuela, dentro de lo posible, lo que significaban
las numerosas combinaciones de posturas, rouge e noir, pair et
impair, manque et passe, y, por último, los diferentes matices en
el sistema de números. Ella escuchó con atención, fijó en la mente
lo que le dije, hizo nuevas preguntas y se lo aprendió todo. Para
cada sistema de posturas era posible mostrar al instante un
ejemplo, de modo que podía aprender y recordar con facilidad y
rapidez. La abuela quedó muy satisfecha.
-¿Y qué es eso del zéro? ¿Has oído hace un momento a ese
crupier del pelo rizado, el principal, gritar zéro? ¿Y por qué recogió
todo lo que había en la mesa? ¡Y qué montón ha cogido! ¿Qué
significa eso?
-El zéro, abuela, significa que ha ganado la banca. Si la bola cae
en zéro, todo cuanto hay en la mesa pertenece sin más a la
banca. Es verdad que cabe apostar para no perder el dinero, pero
la banca no paga nada.
-¡Pues anda! ¿Y a mí no me darían nada?
StudioCreativo ¡Puro Arte!
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