El jugador - Fedor Dostoiewski
-Bueno, ¿y qué?
-Él lo consideró como una insolencia y se quejó al general; y el
general me despidió ayer.
-¿Es que tú le insultaste? ¿Al barón, quiero decir? Aunque si lo
insultaste, no importa.
-Oh, no. Al contrario. Fue el barón el que me amenazó con su
bastón.
-Y tú, baboso, ¿permitiste que se tratara así a tu tutor? -dijo,
volviéndose de pronto al general-; ¡y como si eso no bastara le
has despedido! ¡Veo que todos sois unos pazguatos, todos unos
pazguatos!
-No te preocupes, tía -replicó el general con un dejo de altiva
familiaridad-, que yo sé atender a mis propios asuntos. Además,
Aleksei Ivanovich no ha hecho una relación muy fiel del caso.
-¿Y tú lo aguantaste sin más? -me preguntó a mí.
-Yo quería retar al barón a un duelo -respondí lo más modesta y
sosegadamente posible-, pero el general se opuso.
-¿Por qué te opusiste? -preguntó de nuevo la abuela al general-.
Y tú, amigo, márchate y ven cuando se te llame -ordenó
dirigiéndose al jefe de comedor-. No tienes por qué estar aquí con
la boca abierta. No puedo aguantar esa jeta de Nuremberg. -El
jefe se inclinó y salió sin haber entendido las finezas de la abuela.
-Perdón, tía, ¿acaso es permisible el duelo? -inquirió el general
con ironía.
-¿Y por qué no habrá de serlo? Los hombres son todos unos
gallos, por eso tienen que pelearse. Ya veo que sois todos unos
pazguatos. No sabéis defender a vuestra propia patria. ¡Vamos,
levantadme! Potapych, pon cuidado en que haya siempre dos
cargadores disponibles; ajústalos y llega a un acuerdo con ellos.
No hacen falta más que dos; sólo tienen que levantarme en las
escaleras; en lo llano, en la calle, pueden empujarme; díselo así.
Y págales de antemano porque así estarán más atentos. Tú
siempre estarás junto a mí, y tú, Aleksei Ivanovich, señálame a
StudioCreativo ¡Puro Arte!
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