EL JUGADOR - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 77

El jugador - Fedor Dostoiewski y nadie sabía a santo de qué las hacía. Por ejemplo, se detuvo de improviso ante un cuadro, copia bastante mediocre de un conocido original de tema mitológico: -¿De quién es el retrato? El jefe respondió que probablemente de alguna condesa. -¿Cómo es que no lo sabes? ¿Vives aquí y no lo sabes? ¿Por qué está aquí? ¿Por qué es bizca? El jefe no pudo contestar satisfactoriamente a estas preguntas y hasta llegó a atolondrarse. -¡Vaya mentecato! -comentó la abuela en ruso. Pasaron adelante. La misma historia se repitió ante una estatuilla sajona que la abuela examinó detenidamente y que mandó luego retirar sin que se supiera el motivo. Una vez más asedió al jefe: ¿cuánto costaron las alfombras del dormitorio y dónde fueron tejidas? El jefe prometió informarse. -¡Vaya un asno! -musitó la abuela y dirigió su atención a la cama. -¡Qué cielo de cama tan suntuoso! Separad las cortinas. Abrieron la cama. -¡Más, más! ¡Abridlo todo! ¡Quitad las almohadas, las fundas; levantad el edredón! Dieron la vuelta a todo. La abuela lo examinó con cuidado. -Menos mal que no hay chinches. ¡Fuera toda la ropa de cama! Poned la mía y mis almohadas. ¡Todo esto es demasiado elegante! ¿De qué me sirve a mí, vieja que soy, un alojamiento como éste? Me aburriré sola. Aleksei Ivanovich, ven a verme a menudo, cuando hayas terminado de dar lección a los niños. -Yo, desde ayer, ya no estoy al servicio del general -respondí-. Vivo en el hotel por mi cuenta. -Y eso ¿por qué? -El otro día llegó de Berlín un conocido barón alemán con su baronesa. Ayer, en el paseo, hablé con él en alemán sin ajustarme ala pronunciación berlinesa. StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 77