El jugador - Fedor Dostoiewski
-No, abuela, es mi propio pelo.
-Bien, no me gustan las modas absurdas de ahora. Eres muy
guapa. Si fuera un señorito me enamoraría de ti. ¿Por qué no te
casas? Pero ya es hora de que me vaya. Me apetece dar un paseo
después de tanto vagón... ¿Bueno, qué? ¿Sigues todavía
enfadado? -preguntó mirando al general.
-¡Por favor, tía, no diga tal! -exclamó el general rebosante de
contento-. Comprendo que a sus años...
-Cette vieílle est tombée en enfance -me dijo en voz baja Des
Grieux.
-Quiero ver todo lo que hay por aquí. ¿Me prestas a Aleksei
Ivanovich? -inquirió la abuela del general.
-Ah, como quiera, pero yo mismo... y Polina y monsieur Des
Grieux... para todos nosotros será un placer acompañarla...
-Mais, madame, cela sera un plaisir -insinuó Des Grieux con
sonrisa cautivante.
-Sí, sí, plaisir. Me haces reír, amigo. Pero lo que es dinero no te
doy -añadió dirigiéndose inopinadamente al general-. Ahora, a mis
habitaciones. Es preciso echarles un vistazo y después salir a ver
todos esos sitios. ¡Hala, levantadme!
Levantaron de nuevo a la abuela, y todos, en grupo, fueron
siguiendo el sillón por la escalera abajo. El general iba aturdido,
como si le hubieran dado un garrotazo en la cabeza. Des Grieux
iba cavilando alguna cosa. Mademoiselle Blanche hubiera preferido
quedarse, pero por algún motivo decidió irse con los demás. Tras
ella salió en seguida el príncipe, y arriba, en las habitaciones del
general, quedaron sólo el alemán y madame veuve Cominges.
Capitulo 10
En los balnearios -y al parecer en toda Europa- los gerentes y
jefes de comedor de los hoteles se guían, al dar acomodo al
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