El jugador - Fedor Dostoiewski
mirando alrededor-. ¿De dónde has sacado el dinero, amigo?
Porque lo tienes todo hipotecado. ¿Cuántos cuartos le debes a
este franchute, sin ir más lejos? ¡Si lo sé todo, lo sé todo!
-Yo, tía... -apuntó el general todo confuso-, me sorprende, tía ....
me parece que puedo sin fiscalización de nadie .... sin contar que
mis gastos no exceden de mis medios, y nosotros aquí...
-¿Que no exceden de tus medios? ¿Y así lo dices? ¡Como
guardián de los niños les habrás robado hasta el último kopek!
-Después de esto, después de tales palabras... -intervino el
general con indignación- ya no sé qué...
-¡En efecto, no sabes! Seguramente no te apartas de la ruleta
aquí. ¿Te lo has jugado todo?
El general quedó tan desconcertado que estuvo a punto de
ahogarse en el torrente de sus agitados sentimientos.
-¿De la ruleta? ¿Yo? Con mi categoría... ¿yo? Vuelva en su
acuerdo, tía; quizá sigue usted indispuesta...
-Bueno, mientes, mientes; de seguro que no pueden arrancarte
de ella; mientes con toda la boca. Pues yo, hoy mismo, voy a ver
qué es eso de la ruleta. Tú, Praskovya, cuéntame lo que hay que
ver por aquí; Aleksei Ivanovich me lo enseñará; y tú, Potapych,
apunta todos los sitios adonde hay que ir. ¿Qué es lo que se visita
aquí? -preguntó volviéndose a Polina.
-Aquí cerca están las ruinas de un castillo; luego hay el
Schlangenberg.
-¿Qué es ese Schlangenberg? ¿Un bosque?
-No, no es un bosque; es una montaña, con una cúspide...
-¿Qué es eso de una cúspide?
-El punto más alto de la montaña, un lugar con una barandilla
alrededor. Desde allí se descubre una vista sin igual.
-¿Y suben sillas a la montaña? No podrán subirlas, ¿verdad?
- ¡Oh, se pueden encontrar cargadores! -contesté yo.
En este momento entró Fedosya, la niñera, con los hijos del
general, a saludar a la abuela.
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