El jugador - Fedor Dostoiewski
francesa, en traje de amazona y con el látigo en la mano,
evidentemente la impresionó-. ¿Es de aquí?
-Es mademoiselle Blanche de Cominges y ésta es su madre,
madame de Cominges. Se hospedan en este hotel -dije yo.
-¿Está casada la hija? -preguntó la abuela sin pararse en barras.
-Mademoiselle de Cominges es soltera -respondí lo más
cortésmente posible y, de propósito, a media voz,
-¿Es alegre?
Yo no alcancé a entender la pregunta.
-¿No se aburre uno con ella? ¿Entiende el ruso? Porque cuando
Des Grieux estuvo con nosotros en Moscú llegó a chapurrearlo un
poco.
Le expliqué que mlle. de Cominges no había estado nunca en
Rusia.
-Bonjour! -dijo la abuela encarándose bruscamente con mlle.
Blanche.
-Bonjour, madame! -Mlle. Blanche, con elegancia y ceremonia,
hizo una leve reverencia. Bajo la desusada modestia y cortesía se
apresuró a manifestar, con toda la expresión de su rostro y figura,
el asombro extraordinario que le causaba una pregunta tan
extraña y un comportamiento semejante.
-¡Ah, ha bajado los ojos, es amanerada y artificiosa! Ya se ve
qué clase de pájaro es: una actriz de ésas. Estoy abajo, en este
hotel -dijo dirigiéndose de pronto al general-, Seré vecina tuya.
¿Estás contento o no?
-¡Oh, tía! Puede creer en mi sentimiento sincero... de satisfacción
-dijo el general cogiendo al vuelo la pregunta. Ya había recobrado
en parte su presencia de ánimo, y como cuando se ofrecía ocasión
sabía hablar bien, con gravedad y cierta pretensión de persuadir,
se preparó a declamar ahora también-. Hemos estado tan
afectados y alarmados con las noticias sobre su estado de salud...
Hemos recibido telegramas que daban tan poca esperanza, y de
pronto...
StudioCreativo ¡Puro Arte!
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