El jugador - Fedor Dostoiewski
-Por esa vieja bruja de Moscú que no se muere y acerca de la
cual esperan un telegrama diciendo que se ha muerto.
-¡Ah, sí, claro! Todos los intereses convergen en ella. Todo
depende de la herencia. Se anuncia la herencia y el general se
casa; miss Polina queda libre, y Des Grieux..
-Y Des Grieux, ¿qué?
-Y a Des Grieux se le pagará su dinero; no es otra cosa lo que
espera aquí.
-¿Sólo eso? ¿Cree usted que espera sólo eso?
-No tengo la menor idea. -Míster Astley guardó obstinado
silencio.
-Pues yo sí, yo sí -repetí con ira-. Espera también la herencia
porque Polina recibirá una dote y, en cuanto tenga el dinero, le
echará los brazos al cuello. ¡Así son todas las mujeres! Aun las
más orgullosas acaban por ser las esclavas más indignas. Polina
sólo es capaz de amar con pasión y nada más. ¡Ahí tiene usted mi
opinión de ella! Mírela usted, sobre todo cuando está sentada sola,
pensativa... ¡es como si estuviera predestinada, sentenciada,
maldita! Es capaz de echarse encima todos los horrores de la vida
y la pasión .... es... es... ¿pero quién me llama? -exclamé de
repente-. ¿Quién grita? He oído gritar en ruso «¡Aleksei
Ivanovich!». Una voz de mujer. ¡Oiga, oiga!
Para entonces habíamos llegado ya a nuestro hotel. Hacía rato
que, sin notarlo apenas, habíamos salido del café.
-He oído gritos de mujer, pero no sé a quién llamaban. Y en
ruso. Ahora veo de dónde vienen -señaló míster Astley-. Es
aquella mujer la que grita, la que está sentada en aquel sillón que
los lacayos acaban de subir por la escalinata. Tras ella están
subiendo maletas, lo que quiere decir que acaba de llegar el tren.
-¿Pero por qué me llama a mí? Ya está otra vez voceando. Mire,
nos está haciendo señas.
StudioCreativo ¡Puro Arte!
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