El jugador - Fedor Dostoiewski
la historia de mi amor, vi de pronto con sorpresa mientras la
contaba que de mis relaciones con ella apenas podía decir nada
preciso y positivo. Al contrario, todo era ilusorio, extraño,
infundado, sin la menor semejanza con cosa alguna.
-Bueno, bueno, desbarro; y ahora no puedo sacar en limpio
mucho más -respondí, como si me faltara el aliento-. De todos
modos, es usted una buena persona. Ahora a otra cosa, y le pido,
no consejo, sino su opinión.
Callé un instante y proseguí.
-En opinión de usted, ¿por qué se asustó tanto el general? ¿Por
qué todos ellos han hecho de mi estúpida picardía algo que les
trae de cabeza? Tan de cabeza que hasta el propio Des Grieux ha
creído necesario intervenir (y él interviene sólo en los casos más
importantes), me ha visitado (¡hay que ver!), me ha requerido y
suplicado, ¡a mí, él, Des Grieux, a mí! Por último, observe usted
que ha venido a las nueve, y que la nota de miss Polina ya estaba
en sus manos. ¿Cuándo, pues, fu e escrita?, cabe preguntar.
¡Quizá despertaran a miss Polina para ello! Salvo deducir de esto
que miss Polina es su esclava (¡porque hasta a mí me pide
perdón!), salvo eso, ¿qué le va a ella, personalmente, en este
asunto? ¿Por qué está tan interesada? ¿Por qué se asustaron tanto
de un barón cualquiera? ¿Y qué tiene que ver con ello que el
general se case con mademoiselle Blanche de Cominges? Ellos
dicen que cabalmente por eso necesita conducirse de una manera
especial, pero convenga en que esto es ya demasiado especial.
¿Qué piensa usted? Por lo que me dicen sus ojos estoy seguro de
que de esto sabe usted más que yo.
Míster Asdey sonrió y asintió con la cabeza.
-En efecto, de esto creo saber mucho más que usted -apuntó-.
Aquí se trata sólo de mademoiselle Blanche, y estoy seguro de
que es la pura verdad.
StudioCreativo ¡Puro Arte!
Página 60