El jugador - Fedor Dostoiewski
-Estaba seguro de que se quedaría -dijo mister Astley en tono
aprobatorio.
Al dirigirme a ver a mister Astley no tenía intención de decirle
nada, mejor dicho, no quería decirle nada acerca de mi amor por
Polina. Durante esos días apenas le había dicho una palabra de
ello. Además, era muy reservado. Desde el primer momento
advertí que Polina le había causado una profunda impresión,
aunque jamás pronunciaba su nombre. Pero, cosa rara, ahora, de
repente, no bien se hubo sentado y fijado en mí sus ojos color de
estaño, sentí, no sé por qué, el deseo de contarle todo, es decir,
todo mi amor, con todos sus matices. Estuve hablando media
hora, lo que para mí fue sumamente agradable. Era la primera vez
que hablaba de ello. Notando que se turbaba ante algunos de los
pasajes más ardientes, acentué de propósito el ardor de mi
narración. De una cosa me arrepiento: quizá hablé del francés
más de lo necesario...
-Míster Astley escuchó inmóvil, sentado frente a mí, sin decir
palabra ni emitir sonido alguno y con sus ojos fijos en los míos;
pero cuando comencé a hablar del francés, me interrumpió de
pronto y me preguntó severamente si me juzgaba con derecho a
aludir a un terna que nada tenía que ver conmigo. Míster Astley
siempre hacía preguntas de una manera muy rara.
-Tiene usted razón. Me temo que no -respondí.
-¿De ese marqués y de miss Polina no puede usted decir nada
concreto? ¿Sólo conjetura?
Una vez más me extrañó que un hombre tan. apocado como
míster Astley hiciera una pregunta tan categórica.
-No, nada concreto –contesté-; nada, por supuesto.
-En tal caso ha hecho usted mal no sólo en hablarme a mí de
ello, sino hasta en pensarlo usted mismo.
-Bueno, bueno, lo reconozco; pero ahora no se trata de eso
-interrumpí asombrado de mí mismo. Y entonces le conté toda la
historia de ayer, con todos sus detalles, la ocurrencia de Polina,
StudioCreativo ¡Puro Arte!
Página 58