El jugador - Fedor Dostoiewski
como Dios manda le es familiar e inaguantable este
convencionalismo, esta forma preestablecida de la cortesía de
salón, de la desenvoltura y de la jovialidad.
-Vengo a hablarle de un asunto -empezó diciendo con excesiva
soltura, aunque con amabilidad- y no le ocultaré que vengo como
embajador, o,,mejor dicho, como mediador, del general. Como
conozco el ruso muy mal, no comprendí casi nada anoche; pero el
general me dio explicaciones detalladas, y confieso que...
-Escuche, monsieur Des Grieux -le interrumpí-. Usted ha
aceptado en este asunto el oficio de mediador. Yo, claro, soy un
outchitel y nunca he aspirado al honor de ser amigo íntimo de
esta familia o de establecer relaciones particularmente estrechas
con ella; por lo tanto, no conozco todas las circunstancias. Pero
ilumíneme: ¿es que es usted ahora, con todo rigor, miembro de la
familia? Porque como veo que toma usted una parte tan activa en
todo, que es indefectiblemente mediador en tantas cosas...
No le agradó mi pregunta. Le resultaba demasiado transparente,
y no quería irse de la lengua.
-Me ligan al general, en parte, ciertos asuntos, y, en parte,
también, algunas circunstancias personales -dijo con sequedad-.
El general me envía a rogarle que desista de lo que proyectaba
ayer. Lo que usted urdía era, sin duda, muy ingenioso; pero el
general me ha pedido expresamente que indiq