El jugador - Fedor Dostoiewski
grosero y que el general se va a enfadar? Quiero sencillamente
reírme; lo quiero y basta. ¿Y para qué insultar a una mujer? Para
que cuanto antes le den a usted una paliza.
Giré sobre los talones y en silencio fui a cumplir su encargo. Sin
duda era una acción estúpida, y por supuesto no sabía cómo
evitarla, pero recuerdo que cuando me acercaba a la baronesa
algo en mí mismo parecía azuzarme, algo así como la picardía de
un colegial. Me sentía totalmente desquiciado, igual que si
estuviera borracho.
Capítulo 6
Han pasado ya veinticuatro horas desde ese día estúpido, ¡y
cuánto jaleo, escándalo, bulle-bulle y aspaviento! ¡Qué confusión,
qué embrollo, qué necedad, qué ordinariez ha habido en esto, de
todo lo cual he sido yo la causa! A veces, sin embargo, me parece
cosa de risa, a mí por lo menos. No consigo explicarme lo que me
sucedió: ¿estaba, en efecto, fuera de mí o simplemente me salí un
momento del carril y me porté como un patán merecedor de que
lo aten? A veces me parece que estoy ido de la cabeza, pero otras
creo que soy un chicuelo no muy lejos todavía del banco de la
escuela, y que lo que hago son sólo burdas chiquilladas de
escolar.
Ha sido Polina, todo ello ha sido obra de Polina. Sin ella no
hubiera habido esas travesuras. ¡Quién sabe! Acaso lo hice por
desesperación (por muy necio que parezca suponerlo). No
comprendo, no comprendo en qué consiste su atractivo. En cuanto
a hermosa, lo es, debe de serlo, porque vuelve locos a otros
hombres. Alta y bien plantada, sólo que muy delgada. Tengo la
impresión de que puede hacerse un nudo con ella o plegarla en
dos.
Su pie es largo y estrecho -una tortura, eso es, una tortura-. Su
pelo tiene un ligero tinte rojizo. Los ojos, auténticamente felinos
StudioCreativo ¡Puro Arte!
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