El jugador - Fedor Dostoiewski
-No sé; quizá lo sea. No sé ... ; hace tiempo que no he pensado
en ello.
-Si yo le dijera: «mate a esa persona», ¿la mataría usted?
-¿A quién?
-A quien yo quisiera.
-¿Al francés?
-No pregunte. Conteste. A quien yo le indicara. Quiero saber si
hablaba usted en serio hace un momento. -Aguardaba la
contestación con tal seriedad e impaciencia que todo ello me
pareció un tanto extraño.
-¡Pero acabemos, dígame qué es lo que pasa aquí! -exclamé-.
¿Es que me teme usted? Veo bien la confusión que reina aquí.
Usted es hijastra de un hombre loco y arruinado, a quien ha
envenenado la pasión por ese diablo de mujer, Blanche. Luego
está ese francés con su misteriosa influencia sobre usted y he aquí
que ahora me hace usted seriamente una pregunta... insólita. Por
lo menos tengo que saber qué hay; de lo contrario me haré un lío
y meteré la pata. ¿O es que le da a usted vergüenza de honrarme
con su franqueza? ¿Pero es posible que tenga usted vergüenza de
mí?
-No le hablo a usted en absoluto de eso. Le he hecho una
pregunta y espero contestación.
-Claro que mataría a quien me mandara usted -exclamé-, pero
¿es posible que... es posible que usted mande tal cosa?
-¿Qué se cree? ¿Que le tendré lástima? Se lo mandaré y
escurriré el bulto. ¿Aguantará eso? ¡Claro que no podrá
aguantarlo! Puede que matara usted cumpliendo la orden, pero
vendría a matarme a mí por haberme atrevido a dársela.
Tales palabras me dejaron casi atontado. Por supuesto, yo
pensaba que me hacía la pregunta medio en broma, para
provocarme, pero había hablado con demasiada seriedad. De
todos modos, me asombró que se expresara así, que tuviera tales
derechos sobre mi persona, que consintiera en ejercer tal
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