El jugador - Fedor Dostoiewski
-Apuesto a que duda de que soy capaz de sentir una necesidad
seria.
-Me es igual -contestó Polina en voz baja e indiferente-. Bueno,
si quiere, sí. Dudo que nada serio le traiga a usted de cabeza.
Usted puede atribularse, pero no en serio. Es usted un hombre
desordenado, inestable. ¿Para qué quiere el dinero? Entre las
razones que adujo usted entonces, no encontré ninguna seria.
-A propósito -interrumpí-, decía usted que necesitaba pagar una
deuda. ¡Bonita deuda será! ¿No es con el francés?
-¿Qué preguntas son éstas? Hoy está usted más impertinente
que de costumbre. ¿No está borracho?
-Ya sabe que me permito hablar de todo y que pregunto a veces
con la mayor franqueza. Repito que soy su esclavo y que no
importa lo que dice un esclavo. Además, un esclavo no puede
ofender.
-¡Tonterías! No puedo aguantar esa teoría suya sobre la
«esclavitud».
-Fíjese en que no hablo de mi esclavitud porque me guste ser su
esclavo. Hablo de ella como de un simple hecho que no depende
de mí.
-Diga sin rodeos, ¿por qué necesita dinero?
-Y usted, ¿por qué quiere saberlo?
-Como guste -respondió con un movimiento orgulloso de la
cabeza.
-No puede usted aguantar la teoría de la esclavitud, pero exige
esclavitud: «¡Responder y no razonar!». Bueno, sea. ¿Por qué
necesito dinero, pregunta usted? ¿Cómo que por qué? El dinero es
todo.
-Comprendo, pero no hasta el punto de caer en tal locura por el
deseo de tenerlo. Porque usted llega hasta el frenesí, hasta el
fatalismo. En ello hay algo, algún motivo especial. Dígalo sin
ambages. Lo quiero.
StudioCreativo ¡Puro Arte!
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