El jugador - Fedor Dostoiewski
No tiene usted por qué ofenderse de un regalo mío. Además, he
perdido su dinero.
Me lanzó una rápida ojeada y, notando que yo hablaba en tono
irritado y sarcástico, interrumpió de nuevo la conversación.
-No hay nada que pueda interesarle en mis circunstancias. Si
quiere saberlo, es que tengo deudas. He pedido prestado y
quisiera devolverlo. He tenido la idea extraña y temeraria de que
aquí ganaría irremisiblemente al juego. No sé por qué he tenido
esta idea, pero he creído en ella porque no me quedaba otra
alternativa.
-O porque era absolutamente necesario ganar. Por lo mismo que
el que se ahoga se agarra a una paja. Confiese que si no se
ahogara, no creería que una paja es una rama de árbol.
Polina se mostró sorprendida.
-¡Cómo! -exclamó-. ¡Pero si usted también pone sus esperanzas
en lo mismo! Hace quince días me dijo usted con muchos
pormenores que estaba completamente convencido de que
ganaría aquí a la ruleta, y trató de persuadirme de que no le
tuviera por loco. ¿Hablaba usted en broma entonces? Recuerdo
que hablaba usted con tal seriedad que era imposible creer que
era guasa.
-Es cierto -repliqué pensativo-. Todavía tengo la certeza absoluta
de que ganaré. Confieso que me lleva usted ahora a hacerme una
pregunta: ¿por qué la pérdida estúpida y vergonzosa de hoy no ha
dejado en mí duda alguna? Sigo creyendo a pies juntillas que tan
pronto como empiece a jugar por mi cuenta ganaré sin falta.
-¿Por qué está tan absolutamente convencido?
-Si puede creerlo, no lo sé. Sólo sé que me es preciso ganar, que
ésta es también mi única salida. He aquí quizá por qué tengo que
ganar irremisiblemente, o así me lo parece.
-Es decir, que también es necesario para usted, si está tan
fanáticamente seguro.
StudioCreativo ¡Puro Arte!
Página 33