El jugador - Fedor Dostoiewski
-Pues sí.
-Si es así, adiós a mademoiselle Blanche -dije yo-. En tal caso no
será generala. ¿Sabe? Me parece que el general está tan
enamorado que puede pegarse un tiro si mademoiselle Blanche le
da esquinazo. Enamorarse así a sus años es peligroso.
-A mí también me parece que algo le ocurrirá -apuntó pensativa
Polina Aleksandrovna.
-¡Y qué estupendo sería! -exclamé-. No hay manera más burda
de demostrar que iba a casarse con él sólo por dinero. Aquí ni
siquiera se han observado las buenas maneras; todo ha ocurrido
sin ceremonia alguna. ¡Cosa más rara! Y en cuanto a la abuela,
¿hay algo más grotesco e indecente que mandar telegrama tras
telegrama preguntando: ¿ha muerto? ¿ha muerto?¿Qué le parece,
Polina Aleksandrovna?
-Todo eso es una tontería -respondió con repugnancia,
interrumpiéndome-. Pero me asombra que esté usted de tan buen
humor. ¿Por qué está contento? ¿No será por haber perdido mi
dinero?
-¿Por qué me lo dio para que lo perdiera? Ya le dije que no puedo
jugar por cuenta de otros y mucho menos por la de usted.
Obedezco en todo aquello que usted me mande; pero el resultado
no depende de mí. Ya le advertí que no resultaría nada positivo.
Dígame, ¿le duele haber perdido tanto dinero? ¿Para qué necesita
tanto?
-¿A qué vienen estas preguntas?
-¡Pero si usted misma prometió explicarme ... ! Mire, estoy
plenamente seguro de que ganaré en cuanto empiece a jugar por
mi cuenta (y tengo doce federicos de oro). Entonces pídame
cuanto necesite.
Hizo un gesto de desdén.
-No se enfade conmigo -proseguí- por esa propuesta. Estoy tan
convencido de que no soy nada para usted, es decir, de que no
soy nada a sus ojos, que puede usted incluso tomar dinero de mí.
StudioCreativo ¡Puro Arte!
Página 32