El jugador - Fedor Dostoiewski
le parezca, debo confesarle que la mayoría de los ingleses son
desmañados y toscos; los rusos, por su parte, saben reconocer
con bastante tino la belleza y son sensibles a ella. Pero para
reconocer la belleza espiritual y la originalidad de la persona se
requiere mucha más independencia, mucha más libertad de la que
tienen nuestras mujeres, sobre todo las jovencitas, y en todo caso
más experiencia. Miss Polina, pues, necesitaba mucho, muchísimo
tiempo para darle a usted la preferencia sobre el canalla de Des
Grieux. Le estimará a usted, le dará su amistad, le abrirá su
corazón, pero en él seguirá reinando ese odioso canalla, ese Des
Grieux mezquino, ruin y mercenario. Y esto será incluso
consecuencia, por así decirlo, de la terquedad y el orgullo, ya que
este mismo Des Grieux se presentó tiempo atrás ante ella con la
aureola de un marqués elegante, de un liberal desilusionado, que
se había arruinado por lo visto tratando de ayudar a la familia de
ella y al mentecato del general. Todas estas bribonadas salieron a
la luz más tarde; pero no importa que hayan salido. Devuélvale
usted ahora al Des Grieux de antes -eso es lo que necesita-. Y
cuanto más detesta al Des Grieux de ahora, tanto más echa de
menos al de antes, aunque el de antes existía sólo en su
imaginación. ¿Es usted fabricante de azúcar, míster Astley?
-Sí, soy socio de la conocida fábrica de azúcar Lowell and
Company.
-Bueno, pues ya ve, míster Astley. De un lado un fabricante de
azúcar, y de otro el Apolo de Belvedere. Estas dos cosas me
parece que no tienen relación entre sí. Yo ni siquiera soy
fabricante de azúcar; no soy más que un insignificante jugador de
ruleta y hasta he servido de lacayo, lo que seguramente conoce
miss Polina porque al parecer tiene una policía excelente.
-Está usted furioso y por eso dice esas tonterías -comentó míster
Astley con calma y en tono pensativo-. Además, lo que dice no
tiene nada de original.
StudioCreativo ¡Puro Arte!
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