El jugador - Fedor Dostoiewski
-Oh no, no puedo decir que sepa quién le sacó.
-Cosa rara. No soy conocido de ninguno de nuestros rusos, y
quizá aquí los rusos no rescatan a nadie. Allí en Rusia es otra
cosa: los ortodoxos rescatan a los ortodoxos. Pensé que algún
inglés estrambótico podría haberlo hecho por excentricidad.
Míster Astley me escuchó con cierto asombro. Por lo visto
esperaba encontrarme triste y abatido.
-Me alegra mucho, de todos modos, ver que conserva
plenamente su independencia espiritual y hasta su jovialidad -dijo
con tono algo desagradable.
-Es decir, que está usted rabiando por dentro porque no me ve
deprimido y humillado -dije yo, riendo.
No comprendió al instante, pero cuando comprendió se sonrió.
-Me gustan sus observaciones. Reconozco en esas palabras a mi
antiguo amigo, listo y entusiasmado al par que único. Los rusos
son los únicos que pueden reconciliar en sí mismos tantas
contradicciones a la vez. Es cierto; a uno le gusta ver humillado a
su mejor amigo; y en gran medida la amistad se funda en la
humillación. Ésta es una vieja verdad conocida de todo hombr P