El jugador - Fedor Dostoiewski
en sueños; y de todo esto deduzco que voy como
insensibilizándome, como hundiéndome en agua estancada. Llego
a esta conclusión por la impresión que me ha producido tropezar
con míster Astley. No nos habíamos visto desde entonces y nos
encontramos por casualidad. He aquí cómo sucedió eso. Fui a los
jardines y calculé que estaba casi sin dinero pero que aún tenía
cincuenta gulden, amén de que tres días antes había pagado en
su totalidad la cuenta del hotel en que tengo alquilado un cuchitril.
Por lo tanto, me queda la posibilidad de acudir a la ruleta, pero
sólo una vez; si gano algo, podré continuar el juego; si pierdo,
tendré que meterme a lacayo otra vez, a menos que se presenten
en seguida algunos rusos que necesiten un tutor. Pensando así,
iba yo dando mi paseo diario por el parque y por el bosque en el
principado vecino. A veces me paseaba así hasta cuatro horas y
volvía a Homburg cansado y hambriento. Apenas hube pasado d(
los jardines al parque cuando de repente vi a míster Astley
sentado en un banco. Él fue el primero en verme y me llamó a
voces. Me senté junto a él. Al notar en él cierta gravedad moderé
al momento mi regocijo, pero aun así me alegré muchísimo de
verle.
~¡Conque está usted aquí! Ya pensaba yo que iba a tropezar con
usted ~me dijo-. No se moleste en contarme nada: lo sé todo,
todo. Me es conocida toda la vida de usted durante los últimos
veinte meses.
-¡Bah, conque espía usted a los viejos amigos! -respondí-. Le
honra a usted el hecho de que no se olvida... Pero, espere, me
hace usted pensar en algo: ¿no fue usted quien Te sacó de la
cárcel de Roulettenburg donde estaba preso por una deuda de
doscientos gulden? Fue un desconocido quien me rescató.
-¡No, oh, no! Yo no le saqué de la cárcel de Roulettenburg donde
estaba usted por una deuda de doscientos gulden, pero sí sabía
que estaba usted en la cárcel por una deuda de doscientos gulden.
-¿Quiere decir eso, sin embargo, que sabe usted quién me sacó?
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