El jugador - Fedor Dostoiewski
en la alcaldía y en casa, donde se sirvió un refrigerio, se mostró
no sólo alegre y satisfecho, sino hasta orgulloso. Algo les había
ocurrido a los dos, porque también Blanche revelaba una
particular dignidad.
-Es menester que ahora me conduzca de manera enteramente
distinta -me dijo con seriedad poco común-, mais vois-tu, no he
pensado en una cosa horrenda- imagínate que todavía no he
podido aprender mi nuevo apellido: Zagorianski, Zagozianski,
madame la générale de Sago-Sago, ces diables de noms russes,
en fin madame la générale à quatorze consonnes! Comme c'est
agréable, n'est-ce pas?
Por fin nos separamos, y Blanche, la tonta de Blanche, hasta
derramó unas lagrimitas al despedirse de mí: «Tu étais bon enfant
-dijo gimoteando-. je te croyais bête et tu en avais l'air; pero eso
te sienta bien». Y al darme el último apretón de manos exclamó
de pronto: Attends!, fue corriendo a su gabinete y volvió al cabo
de un minuto para entregarme dos billetes de mil francos. ¡Nunca
lo hubiera creído! «Esto te vendrá bien; quizá como outchitel seas
muy listo, pero como hombre eres terriblemente tonto. Por nada
del mundo te daré más de dos mil, porque los perderías al juego.
¡Bueno, adiós! Nous serons toujours bons amis, y si ganas otra
vez ven a verme sin falta, et tu seras heureux!»
A mí me quedaban todavía quinientos francos, sin contar un
magnífico reloj que valdría mil, un par de gemelos de brillantes y
alguna otra cosa, con lo que podría ir tirando bastante tiempo
todavía sin preocuparme de nada. Vine a instalarme de propósito
en este villorio para hacer inventario de mí mismo, pero sobre
todo para esperar a míster Astley. He sabido que probablemente
pasará por aquí en viaje de negocios y se detendrá. Me enteraré
de todo... y después... después me iré derecho a Homburg. No iré
a Roulettenburg; quizá el año que viene. En efecto, dicen que es
de mal agüero probar suerte dos veces seguidas en la misma
mesa de juego; y en Homburg se juega en serio.
StudioCreativo ¡Puro Arte!
Página 156