El jugador - Fedor Dostoiewski
vivirá en el cuarto de al lado y estará más contento que unas
pascuas. Yo seré "mádame la générale". Entraré en la buena
sociedad (Blanche soñaba con esto continuamente), luego llegaré
a ser, una terrateniente rusa, j'aurai un château, des moujiks, et
puis j'aùrai toujours mon million!»
-Bueno, pero si empieza a tener celos, preguntará... sabe Dios
qué cosas, ¿entiendes?
-¡Oh, no, non, non, non! ¡No se atrevería! He tomado mis
medidas, no te preocupes. Ya le he hecho firmar algunos pagarés
en nombre de Albert. Al menor paso en falso será castigado en el
acto. ¡No se atreverá!
-Bueno, cásate con él...
La boda se celebró sin especial festejo, en familia y
discretamente. Entre los invitados figuraban Albert y algunos de
los íntimos. Hortense, Cléopátre y las demás quedaron excluidas
sin contemplaciones. El novio se interesó enormemente en su
situación. La propia Blanche le anudó la corbata y le puso pomada
en el pelo. Con su frac y chaleco blanco ofrecía un aspecto trés
comme ilfaut.
-Il est pourtant trés comme il faut -me explicó la misma Blanche,
saliendo de la habitación del general, como sorprendida de que
éste fuera en efecto trés comme il faut. Yo, que participé en todo
ello como espectador indolente, me enteré de tan pocos detalles
que he olvidado mucho de lo que sucedió. Sólo recuerdo que el
apellido de Blanche resultó no ser «de Cominges» -y, claro, su
madre no era la veuve Cominges-, sino «du Placet». No sé por
qué ambas se habían hecho pasar por de Cominges hasta
entonces. Pero el general también quedó contento de ello, y hasta
prefería du Placet a de Cominges. La mañana de la boda, ya
enteramente vestido, se estuvo paseando de un extremo a otro de
la sala, repitiendo en voz baja con seriedad e importancia nada
comunes, «¡Mademoiselle Blanche du Placet! ¡Blanche du Placet!
¡Du Placet!». Y en su rostro brillaba cierta fatuidad. En la iglesia,
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