El jugador - Fedor Dostoiewski
-Vamos, mientes, mientes, pero ¿piensas que me enfado? Me
importa un comino; il faut que jeunesse se passe. No debes
despedirlo si fue mi predecesor y tú le quieres. Ahora bien, no le
des dinero, ¿me oyes?
~¿Conque no te enfadas por eso tampoco? Mais tu es un vrai
philosophe, sais-tu? Un vrai philosophe! -exclamó con
entusiasmo-. Eh, bien, je t'aimerai, je t'aimerai, tu verras, tu
seras content!
Y, en efecto, desde ese momento se mostró conmigo muy
apegada, se portó hasta con afecto, y así pasaron nuestros
últimos diez días. No vi las «estrellas» prometidas; pero en ciertos
particulares cumplió de veras su palabra. Por añadidura, me
presentó a Hortense que era, a su modo, una mujer admirable y a
quien en nuestro círculo llamaban Thérésephilosophe...
Pero no hay por qué extenderse en estos detalles; todo esto
podría constituir un relato especial, con un colorido especial que
no quiero intercalar en esta historia. Lo que quiero subrayar es
que deseaba con toda el alma que aquello acabara lo antes
posible. Pero con nuestros cien mil francos hubo bastante, como
ya he dicho, casi para un mes, lo que de veras me maravillaba. De
esta suma, ochenta mil francos por lo menos los invirtió Blanche
en comprarse cosas: vivimos sólo de veinte mil francos y, sin
embargo, fue bastante. Blanche, que en los últimos días era ya
casi sincera conmigo (p