El jugador - Fedor Dostoiewski
~¿Pero qué tienes? ¡Qué bobo eres! ¡Oh, qué bobo! -chillaba
Blanche, interrumpiendo su risa y riñéndome en serio-. Pues sí,
pues sí, sí, nos gastaremos tus doscientos mil francos, pero...
mais tu seras heureux, comme un petit roi; yo misma te haré el
nudo de la corbata y te presentaré a Hortense. Y cuando nos
gastemos todo nuestro dinero vuelves aquí y una vez más harás
saltar la banca. ¿Qué te dijeron los judíos? Lo importante es la
audacia, y tú la tienes, y más de una vez me llevarás dinero a
París. Quant à moi, je veux cinquante mille francs de rente et
alors...
-¿Y el general? -le pregunté.
-El general, como bien sabes, viene ahora a verme todos los días
con un ramo de flores. Esta vez le he mandado de propósito a que
me busque flores muy raras. Cuando vuelva el pobre, ya habrá
volado el pájaro. Nos seguirá a toda prisa, ya veras. ¡Ja, ja, ja!
¡Qué contenta estaré con él! En París me será útil. Míster Astley
pagará aquí por él...
Y he aquí cómo fui entonces a París.
Capítulo 16
¿Qué diré de París? Todo ello, por supuesto, fue una locura y
estupidez. En total permanecí en París algo más de tres semanas
y en ese tiempo se volatilizaron por completo mis cien mil francos.
Hablo sólo de cien mil; los otros cien mil se los di a mademoiselle
Blanche en dinero contante y sonante: cincuenta mil en Francfort,
y al cabo de tres días en París le entregué cincuenta mil más, en
un pagaré, por el cual me sacó también dinero al cabo de ocho
días, «et les cent mille francs que nous restent tu les mangeras
avec moi, mon outchitel». Me llamaba siempre «outchitel», esto
es, tutor. Es difícil imaginarse nada en este mundo más mezquino,
más avaro más ruin que la clase de criaturas a que pertenecía
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