El jugador - Fedor Dostoiewski
complicación! » Juro que sentía lástima de Polina, pero, cosa rara,
desde el momento en que la víspera me acerqué a la mesa de
juego y empecé a amontonar fajos de billetes, mi amor pareció
desplazarse a un segundo término. Esto lo digo ahora, pero
entonces no me daba cuenta cabal de ello. ¿Soy efectivamente un
jugador? ¿Es que efectivamente... amaba a Polina de modo tan
extraño? No, la sigo amando en este instante, bien lo sabe Dios.
Cuando me separé de míster Astley y fui a casa, sufría de verdad
y me culpaba a mí mismo. Pero... entonces me sucedió-un lance
extraño y ridículo.
Iba de prisa a ver al general cuando no lejos de sus habitaciones
se abrió una puerta y alguien me llamó. Era madame veuve
Cominges, y me llamaba por orden de mademoiselle Blanche.
Entré en la habitación de ésta.
Su alojamiento era exiguo, compuesto de dos habitaciones. Oí la
risa y los gritos de mademoiselle Blanche en la alcoba. Se
levantaba de la cama.
-Ah, c'est lui! Viens donc, bête! Es cierto que tu as gagné une
montagne d'or et d'argent? J'aimerais mieux l'or.
-La he ganado -dije riendo.
-¿Cuánto?
-Cien mil florines.
-Bibi, comme tu es béte. Sí, anda, acércate, que no oigo nada.
Nous ferons bombance, n'est-cepas?
Me acerqué a ella. Se retorcía bajo la colcha de raso color de
rosa, de debajo de la cual surgían unos hombros maravillosos,
morenos y robustos, de los que quizá sólo se ven en sueños,
medio cubiertos por un camisón de batista guarnecido de encajes
blanquísimos que iban muybien con su cutis oscuro.
-Mon fils, as-tu du coeur? -gritó al verme y soltó una carcajada.
Se reía siempre con mucho alborozo y a veces con sinceridad
-Tout autre... -empecé a decir parafraseando a Corneille.
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