El jugador - Fedor Dostoiewski
que la abuela era su madre, que había venido ex professo de
Rusia para impedir que su hijo se casase con mlle. de Cominges y
que si éste desobedecía, le privaría de la herencia; y como
efectivamente había desobedecido, la condesa,'ante los propios
ojos de su hijo, había perdido aposta todo su dinero a la ruleta
para que no heredase nada. «Diesen Russen!» -repetía el
Oberkellner meneando la cabeza con indignación. Otros reían. El
Oberkellner preparó la cuenta. Se sabía ya lo de mis ganancias.
Karl, el camarero de mi piso, fue el primero en darme la
enhorabuena. Pero yo no tenía humor para atenderlos. Salí
disparado para el Hotel d'Angleterre.
Era todavía temprano y míster Astley no recibía a nadie, pero
cuando supo que era yo, salió al pasillo y se me puso delante,
mirándome de hito en hito con sus ojos color de estaño y
esperando a ver lo que yo decía. Le pregunté al instante por
Polina.
-Está enferma -respondió míster Astley, quien seguía mirándome
con fijeza y sin apartar de mí los ojos.
-¿De modo que está con usted?
-¡Oh, sí! Está conmigo.
-¿Así es que usted... que usted tiene la intención de retenerla
consigo?
- Oh, sí! Tengo esa intención.
-Míster Astley, eso provocaría un escándalo; eso no puede ser.
Además, está enferma de verdad. ¿No lo ha notado usted?
-¡Oh, sí! Lo he notado, y ya he dicho que está enferma. Si no lo
estuviese no habría pasado la noche con usted.
-¿Conque usted también sabe eso?
-Lo sé. Ella iba a venir aquí anoche y yo iba a llevarla a casa de
una pariente mía, pero 6