El jugador - Fedor Dostoiewski
abalancé a la puerta y la cerré con dos vueltas de llave. Luego me
detuve, sumido en mis reflexiones, delante de mi pequeña maleta.
-¿No convendría quizá meterlo en la maleta hasta mañana?
-pregunté volviéndome a Polina, de quien me acordé de pronto.
Ella seguía inmóvil en su asiento, en el mismo sitio, pero me
observaba fijamente. Había algo raro en la expresión de su rostro,
y esa expresión no me gustaba. No me equivoco si digo que en él
se retrataba el aborrecimiento.
Me acerqué de prisa a ella.
-Polina, aquí tiene veinticinco mil florines, o sea, cincuenta mil
francos; más todavía. Tómelos y tíreselos mañana a la cara.
No me contestó.
-Si quiere usted, yo mismo se los llevo mañana temprano. ¿Qué
dice?
De pronto se echó a reír y estuvo riendo largo rato. Yo la miraba
asombrado y apenado. Esa risa era muy semejante a aquella otra
frecuente y sarcástica con que siempre recibía mis declaraciones
más apasionadas. Cesó de reír por fin y arrugó el entrecejo. Me
miraba con severidad, ceñudamente.
-No tomaré su dinero -dijo con desprecio.
-¿Cómo? ¿Qué pasa? -grité-. Polina, ¿por qué no?
-No tomo dinero de balde.
-Se lo ofrezco como amigo. Le ofrezco a usted mi vida.
Me dirigió una mirada larga y escrutadora como si quisiera
atravesarme con ella.
-Usted paga mucho -dijo con una sonrisa irónica-. La amante de
Des Grieux no vale cincuenta mil francos.
-Polina, ¿cómo es posible que hable usted así conmigo? -exclamé
en tono de reproche-. ¿Soy yo acaso Des Grieux?
-¡Le detesto a usted! ¡Sí .... sí ... ! No le quiero a usted más que
a Des Grieux -exclamó con ojos relampagueantes.
Y en ese instante se cubrió la cara con las manos y tuvo un
ataque de histeria. Yo corrí a su lado.
StudioCreativo ¡Puro Arte!
Página 136