El jugador - Fedor Dostoiewski
extraño sentimiento!- recuerdo con toda claridad que,
efectivamente, sin provocación alguna de mi orgullo, me sentí de
repente arrebatado por una terrible apetencia de riesgo. Quizá
después de experimentar tantas sensaciones, mi espíritu no
estaba todavía saciado, sino sólo azuzado por ellas, y exigía
todavía más sensaciones, cada vez más fuertes, hasta el
agotamiento final. Y, de veras que no miento: si las reglas del
juego me hubieran permitido apostar cincuenta mil florines de una
vez, los hubiera apostado seguramente. En torno mío gritaban
que esto era insensato, que el rojo había salido por decimocuarta
vez.
-Monsieur a gagné déjà cent mille florins -dijo una voz junto a
mí.
De pronto volví en mí. ¿Cómo? ¡Había ganado esa noche cien mil
florines! ¿Qué más necesitaba? Me arrojé sobre los billetes, los
metí a puñados en los bolsillos, sin contarlos, recogí todo el oro,
todos los fajos de billetes, y salí corriendo del casino. En torno mío
la gente reía al verme atravesar las salas con los bolsillos
abultados y al ver los trompicones que me hacía dar el peso del
oro. Creo que pesaba bastante más de veinte libras. Varias manos
se alargaron hacia mí. Yo repartía cuanto podía coger, a puñados.
Dos judíos me detuvieron a la salida.
-¡Es usted audaz! ¡Muy audaz! -me dijeron-, pero márchese sin
falta mañana por la mañana, lo más temprano posible; de lo
contrario lo perderá todo, pero todo...
No les hice caso. La avenida estaba oscura, tanto que me era
imposible distinguir mis propias manos. Había media versta hasta
el hotel. Nunca he tenido miedo a los ladrones ni a los
atracadores, ni siquiera cuando era pequeño. Tampoco pensaba
ahora en ellos. A decir verdad, no recuerdo en qué iba pensando
durante el camino; tenía la cabeza vacía de pensamientos. Sólo
sentía un enorme deleite: éxito, victoria, poderío, no sé cómo
expresarlo. Pasó ante mí también la imagen de Polina. Recordé y
StudioCreativo ¡Puro Arte!
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