El jugador - Fedor Dostoiewski
Y salí corriendo de la habitación sin responder a su mirada
inquisitiva y asombrada. Gritó algo tras de mí, pero no me volví.
Sí, a veces la idea más delirante, la que parece más imposible,
se le clava a uno en la cabeza con tal fuerza que acaba por
juzgarla realizable... Más aún, si esa idea va unida a un deseo
fuerte y apasionado acaba uno por considerarla a veces como algo
fatal, necesario, predestinado, como algo que es imposible que no
sea, que no ocurra. Quizá haya en ello más: una cierta
combinación de presentimientos, un cierto esfuerzo inhabitual de
la voluntad, un autoenvenenamiento de la propia fantasía, o quizá
otra cosa... no sé. Pero esa noche (que en mi vida olvidaré) me
sucedió una maravillosa aventura. Aunque puede ser justificada
por la aritmética, lo cierto es que para mí sigue siendo todavía
milagrosa. ¿Y por qué, por qué se arraigó en mí tan honda y
fuertemente esa convicción y sigue arraigada hasta el día de hoy?
Cierto es que ya he reflexionado sobre esto -repito-, no cómo
sobre un caso entre otros (y, por lo tanto, que puede no ocurrir
entre otros), sino como sobre algo que tenía que producirse
irremediablemente.
Eran las diez y cuarto. Entré en el casino con una firme
esperanza y con una agitación como nunca había sentido hasta
entonces. En las salas de juego había todavía bastante público,
aunque sólo la mitad del que había habido por la mañana.
Entre las diez y las once se encuentran junto a las mesas de
juego los jugadores auténticos, los desesperados, los individuos
para quienes el balneario existe sólo por la ruleta, que han venido
sólo por ella, los que apenas se dan cuenta de lo que sucede en
torno suyo ni por nada se interesan durante toda la temporada
sino por jugar de la mañana a la noche y quizá jugarían de buena
gana toda la noche, hasta el amanecer si fuera posible. Siempre
se dispersan con enojo cuando se cierra la sala de ruleta a
medianoche. Y cuando el crupier más antiguo, antes del cierre de
la sala a las doce, anuncia: Les trois derniers coups, messieurs!,
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