El jugador - Fedor Dostoiewski
-¿Qué hacer? -exclamé-. ¿Cómo... sí, cómo puede usted querer a
Des Grieux? ¡Oh, canalla, canalla! ¡Si usted lo desea, lo mato en
duelo! ¿Dónde está ahora?
-Ha ido a Francfort y estará allí tres días.
-¡Basta una palabra de usted y mañana mismo voy allí en el
primer tren! -dije con entusiasmo un tanto pueril.
Ella se rió.
-¿Y qué? Puede que diga que se le devuelvan primero los
cincuenta mil francos. ¿Y para qué batirse con él?... ¡Qué tontería!
-Bien, pero ¿dónde, dónde agenciarse esos cincuenta mil
francos? -repetí rechinando los dientes, como si hubiera sido
posible recoger el dinero del suelo-. Oiga, ¿y míster Astley?
-pregunté dirigiéndome a ella con el chispazo de una idea
peregrina.
Le centellearon los ojos.
-¿Pero qué? ¿Es que tú mismo quieres que me aparte de ti para
ver a ese inglés? -preguntó, fijando sus ojos en los míos con
mirada penetrante y sonriendo amargamente. Por primera vez en
la vida me tuteaba.
Se diría que en ese momento tenía trastornada la cabeza por la
emoción que sentía. De pronto se sentó en el sofá como si
estuviera agotada.
Fue como si un relámpago me hubiera alcanzado. No daba
crédito a mis ojos ni a mis oídos. ¿Pero qué? Estaba claro que me
amaba. ¡Había venido a mí y no a míster Astley! Ella, ella sola,
una muchacha, había venido a mi cuarto, en un hotel,
comprometiéndose con ello ante los ojos de todo el mundo ... ; y
yo, de pie ante ella, no comprendía todavía.
Una idea delirante me cruzó por la mente.
-¡Polina, dame sólo una hora! ¡Espera aquí sólo una hora .... que
volveré! ¡Es... es indispensable! ¡Ya verás! ¡Quédate aquí,
quédate aquí!
StudioCreativo ¡Puro Arte!
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