El jugador - Fedor Dostoiewski
-¿Qué pasa?, ¿qué pasa? -me preguntó en tono raro. Estaba
pálida y su aspecto era sombrío.
-¿Cómo que qué pasa? ¿Usted? ¿Aquí en mi cuarto?
-Si vengo, vengo toda. Ésa es mi costumbre. Lo verá usted
pronto. Encienda una bujía.
Encendí la bujía. Se levantó, se acercó a la mesa y me puso
delante una carta abierta.
-Lea -me ordenó.
-Ésta... ¡ésta es la letra de Des Grieux! -exclamé tomando la
carta. Me temblaban las manos y los renglones me bailaban ante
los ojos. He olvidado los términos exactos de la carta, pero aquí
va, si no palabra por palabra, al menos pensamiento por
pensamiento.
«Mademoiselle
-escribía
Des
Grieux-:
Circunstancias
desagradables me obligan a marcharme inmediatamente Usted
misma ha notado, sin duda, que he evitado adrede tener con
usted una explicación definitiva mientras no se aclarasen esas
circunstancias. La llegada de su anciana pariente (de la vieille
dame) y su absurda conducta aquí han puesto fin a mis dudas. El
embrollo en que se hallan mis propios asuntos me impide
alimentar en el futuro las dulces esperanzas con que me permitió
usted embriagarme durante algún tiempo. Lamento el pasado,
pero espero que en mi comportamiento no haya usted encontrado
nada indigno de un caballero y un hombre de bien (gentíl-homme
et honnête homme). Habiendo perdido casi todo mi dinero en
préstamos a su padrastro, me encuentro en la extrema necesidad
de utilizar con provecho lo que me queda. Ya he hecho saber a
mis amigos de Petersburgo que procedan sin demora a la venta de
los bienes hipotecados a mi favor. Sabiendo, sin embargo, que el
irresponsable de su tío ha malversado el propio dinero de usted,
he decidido perdonarle cincuenta mil francos y a este fin le
devuelvo la parte de hipoteca sobre sus bienes correspondiente a
StudioCreativo ¡Puro Arte!
Página 126