El jugador - Fedor Dostoiewski
-Dios te guarde, amigo Aleksei Ivanovich -dijo con lentitud e
inclinando gravemente la cabeza-. Lamento volver a molestarte;
perdona a una mujer vieja. Lo he dejado allí todo, amigo mío, casi
cien mil rublos. Hiciste bien en no ir conmigo ayer. Ahora no tengo
dinero, ni un ochavo. No quiero quedarme aquí un minuto más y
me marcho a las nueve y media. He mandado un recado a ese
inglés tuyo, Astley, ¿no es eso? y quiero pedirle prestados tres mil
francos por una semana. Convéncele, pues, de que no tiene nada
que temer y de que no me lo rehúse. Todavía, amigo, soy
bastante rica. Tengo tres fincas rurales y dos urbanas; sin contar
el dinero, pues no me lo traje todo. Digo esto para que no tenga
recelo alguno... ¡Ah, aquí viene! Bien se ve que es un hombre
bueno.
Míster Astley vino así que recibió la primera llamada de la abuela.
No mostró recelo alguno y no habló mucho. Al momento le contó
tres mil francos