EL JUGADOR - FIÓDOR DOSTOYEVSKI | Page 123

El jugador - Fedor Dostoiewski Y se lanzó de nuevo al sofá; pero un minuto después, casi sollozando y sin aliento, se apresuró a decirme que mademoiselle Blanche no se casaba con él porque en lugar de un telegrama había llegado la abuela y ahora estaba claro que no heredaría. Él creía que yo no sabía aún nada de esto. Empecé a hablar de Des Grieux; hizo un gesto con la mano: «Se ha ido. Todo lo mío lo tengo hipotecado con él: ¡me he quedado en cueros! Ese dinero que trajo usted... ese dinero... no sé cuánto era, parece que quedan setecientos francos, y.. bueno, eso es todo, y en cuanto al futuro ... no sé, no sé». -¿Cómo va a pagar usted el hotel? -pregunté alarmado-; ¿y después qué hará usted? Me miraba pensativo, pero parecía no comprender y quizá ni siquiera me había oído. Probé a hablar de Polina Aleksandrovna, de los niños, me respondió con premura: «¡Sí, sí! », pero en seguida volvió a hablar del príncipe, a decir que Blanche se iría con él y entonces... y entonces... ¿qué voy a hacer, Aleksei Ivanovich? -preguntó, volviéndose de pronto a mí-, -'Juro a Dios que no lo sé! ¿Qué voy a hacer? Dígame, ¿ha visto usted ingratitud semejante? ¿No es verdad que es ingratitud? -Por último, se disolvió en un torrente de lágrimas. Nada cabía hacer con un hombre así. Dejarle solo era también peligroso; podía ocurrirle algo. De todos modos, logré librarme de él, pero advertí a la niñera que fuera a verle a menudo y hablé además con el camarero de servicio, chico despierto, quien me prometió vigilar también por su parte. Apenas dejé al general cuando vino a verme Potapych con una llamada de la abuela. Eran las ocho, y ésta acababa de regresar del Casino después de haberlo perdido todo. Fui a verla. La anciana estaba en su silla, completamente agotada y, a juzgar por las trazas, enferma. Marfa le daba una taza de té y la obligaba a bebérselo casi a la fuerza. La voz y el tono de la abuela habían cambiado notablemente. StudioCreativo ¡Puro Arte! Página 123