El jugador - Fedor Dostoiewski
mil rublos más en moneda rusa. En el casino se pegó a sus faldas
el mismo polaquillo a quien antes había dado dos federicos de oro,
y quien estuvo continuamente dirigiendo su juego. Al principio,
hasta que se presentó el polaco, mandó hacer las posturas a
Potapych, pero pronto lo despidió; y fue entonces cuando asomó
el polaco. Para mayor desdicha, éste entendía el ruso e incluso
chapurreaba una mezcla de tres idiomas, de modo que hasta
cierto punto se entendían. La abuela no paraba de insultarle sin
piedad, aunque él decía de continuo que «se ponía a los pies de la
señora».
-Pero ¿cómo compararle con usted, Aleksei Ivanovich? -decía
Potapych-. A usted la señora le trataba exactamente como a un
caballero, mientras que ése -mire, lo vi con mis propios ojos, que
me quede en el sitio si miento- estuvo robándole lo que estaba allí
mismo en la mesa; ella misma le cogió con las manos en la masa
dos veces. Le puso como un trapo, con todas las palabras habidas
y por haber, y hasta le tiró del pelo una vez, así como lo oye
usted, que no miento, y todo el mundo alrededor se echó a reír.
Lo perdió todo, señor, todo lo que tenía, todo lo que usted había
cambiado. Trajimos aquí a la señora, pidió de beber sólo un poco
de agua, se santiguó, y a su camita. Estaba rendida, claro, y se
durmió en un tris. ¡Que Dios le haya mandado sueños de ángel!
¡Ay, estas tierras de extranjis! -concluyó Potapych-. ¡Ya decía yo
que traerían mala suerte! ¡Cómo me gustaría estar en nuestro
Moscú cuanto antes! ¡Y como si no tuviéramos una casa en Moscú!
Jardín, flores de las que aquí no hay, aromas, las manzanas
madurándose, mucho sitio... ¡Pues nada: que teníamos que ir al
extranjero! ¡Ay, ay, ay!
Capítulo 13
Ha pasado ya casi un mes desde que toqué por última vez estos
apuntes míos que comencé bajo el efecto de impresiones tan
StudioCreativo ¡Puro Arte!
Página 112