El jugador - Fedor Dostoiewski
-Bueno, no gimotees (Polina no pensaba en gimotear y no lloraba
nunca); ya encontraremos también sitio para esos polluelos: un
gallinero grande. Además, ya es hora de que estén en la escuela.
¿De modo que no te vienes ahora? Bueno, mira, Praskovya, te
deseo buena suerte, pues sé por qué no te vienes. Lo sé todo,
Praskovya. Ese franchute no procurará tu bien.
Polina enrojeció. Yo por mi parte me sobresalté. (¡Todos lo
saben! ¡Yo soy, pues, el único que no sabe nada!).
-Vaya, vaya, no frunzas el entrecejo. No voy a cotillear. Ahora
bien, ten cuidado de que no ocurra nada malo, ¿entiendes? Eres
una chica lista; me daría lástima de ti. Bueno, basta. Más hubiera
valido no haberos visto a ninguno de vosotros. ¡Anda, vete!
¡Adiós!
-Abuela, la acompañaré a usted -dijo Polina.
-No es preciso, déjame en paz; todos vosotros me fastidiáis.
Polina besó la mano a la abuela, pero ésta retiró la mano y besó
a Polina en la